miércoles, 14 de noviembre de 2012

Pie Forzado

Una vez había terminado su jornada de trabajo, y como cada jueves, Wilfred escapaba de esa ciudad que para él no era otra cosa sino una cárcel de asfalto, rascacielos y suciedad. Odiaba la monotonía que imperaba en su día a día, y todos los fines de semana del año, casi sin excepciones, se exiliaba en esa casita construida con el sudor de su frente hacía relativamente poco. La idea era perfecta para él: por unos días conseguía cambiar radicalmente aquella vida que le estaba matando poco a poco, y podía dedicarse a lo que realmente le gustaba, y más en un día tremendamente tormentoso como era aquel en el que había llegado, relajarse tranquilamente en ese cómodo sofá que adornaba el salón, y leer, ya que, como siempre decía nuestro protagonista: siempre imaginé que el paraíso sería algún tipo de biblioteca.

Como digo, ese jueves en especial le había resultado hasta peligroso llegar a la casa situada prácticamente al borde del acantilado, a través de la intrincada y sinuosa carretera. La lluvia arreciaba de una forma que pocas veces recordaba y su ya antiguo todoterreno ofrecía demasiada resistencia.

Una vez estaba reposando ya dentro de la casa, y observando desde la ventana como parecía que el mundo se iba a acabar esa misma noche, se sumergió en sus pensamientos, como le solía ocurrir con pasmosa asiduidad, y lo primero que le vino a la cabeza fue cuando, aquella misma semana, su jefe le había visto leyendo el periódico en lugar de trabajando en el ordenador realizando esas aburridas tablas de contabilidad. - Me echó una de esas miradas que se reservan para los idiotas de cuarta categoría, pensó Wilfred ante la cara que había puesto su superior cuanto le había cogido en algo radicalmente distinto a lo que debería haber estado haciendo. Pronto despertó de su letargo y se acomodó en el sillón para leer, como solía hacer.

martes, 6 de noviembre de 2012

Juana Castro

Esta vez, tras la charla de Marta Leonor, nos recibió otra poeta, si cabe más famosa e internacional que la anterior. Se trata de Juana Castro, nacida en Villanueva de Córdoba (Córdoba) en 1945, y que posee multitud de premios y distinciones a su trabajo como poetisa, entre los que cabe destacar el Premio Juan Ramón Jiménez (1989) o el Premio Nacional de la Crítica en 2010.

Desde el primer momento la charla me llamó la atención, porque no era solo Juana Castro la que se encontraba allí, sino que había otra autora, Noni Benegas, que se dedicaba a presentar la vida y obra de la autora de una forma bastante particular. Así, yo destacaría varios momentos a lo largo de la charla. El primero de todos, aquel en el que a través de seis historias de su propia biografía, la poeta nos presenta seis diferentes fragmentos sobre su vida, seis imágenes que, por decirlo de alguna manera, la llevaron a empezar a escribir y a que surgiera en ella el gen de la poeta. En estos pequeños flashbacks sobre su vida vemos situaciones tan diferentes como una boda, unas mujeres cosiendo a las que les gusta especialmente que la niña (Juana) les lea, o subiendo un camino con sus padres, en el que estos deciden que la niña tiene que ponerse a estudiar.

Nos reveló también, por otro lado, como surgió en ella la vena del feminismo, del conflicto de género, el cual es uno de los principales temas al que recurre siempre que puede en sus poemas. Según sus propias palabras, ya desde muy pequeña se daba cuenta y se preguntaba a sí misma porqué era la mujer la que tenía que encargarse de casi todo en la casa, por poner un simple ejemplo.

Además, y esto es lo que más destacaría de la charla-conferencia, nos dijo, a partir de la pregunta de una compañera, cómo llevaba ella a cabo la creación de cada poema. Para ella es muy importante conocerse a sí mismo, y saber qué momento del día es el adecuado para que tu mano trabaje al son de tu mente; junto con esto, nos comentó que se ayudaba en ese momento con imágenes o música, lo que para mí también puede resultar muy útil a la hora de que surja esa creatividad.

Así que, como colofón a esta opinión/resumen sobre el taller de Juana Castro, sólo me queda decir que me pareció interesante, es una mujer que derrocha sentimiento por los cuatro costados, y el hecho de que se nos fuese introduciendo la charla con algunos de sus poemas (destacaría por encima de todos el del potro blanco), provocó que particularmente a mí, la hora y media se me hiciese bastante amena.

Por último, he querido mostrar aquí un poema de su primer libro, Cóncava mujer (1978), que muestra a la perfección una de la razones de su poesía, para reivindicar el papel de la mujer: Dice así:

Cenicienta esperaba.
Las muchachas regaban cada día
los frágiles cristales de su himen.
Blancanieves dormía.

Al galope
un azul redentor doraba la espesura
y la Bella Durmiente erguía su mirada.
Las vestales danzaban. Y las viejas mujeres,
en las noches de invierno,
derramaban sus cuentos de guirnaldas,
de besos y de príncipes.
Era largo el cabello, eran frías las faldas
por las calles de hombres.
Las fotos de las bodas
irradiaban panales de violines
y era dulce ser cóncava
para el brazo tajante y musculoso.